Las teorías más fuertes para explicar la percepción de inseguridad son las que reposan en variables individuales. Particular atención merecen las relaciones entre la percepción de inseguridad y el hecho de ser mujer, así como las implicancias de ciertas formas de capital social altamente dependientes del costo de transacción y efectividad que implican. En lo contextual, la capacidad explicativa ha sido poco importante. Una primera explicación está en la importante cantidad y explicatividad de las variables individuales incluidas, lo que habría hecho que la variabilidad de la percepción de inseguridad entre un distrito y otro esté siendo explicada por aspectos de composición de dichas variables individuales y no por diferencias entre las características de un distrito y otro. Otra posible explicación recae en las variables elegidas para medir lo contextual. En la literatura sobre el tema, no hay una única forma de medir desorden social ni presencia de la oferta policial, lo que puede hacer que fallemos en aceptar la validez de esta teoría, en lugar de rechazarla.
Entre las teorías del temor al crimen y la percepción de inseguridad, la de vulnerabilidad es la que en forma consistente muestra relaciones estadísticamente significativas. En este trabajo demostramos que mientras la edad y el estado civil (a mayor compromiso, mayor percepción de inseguridad) mantiene una relación negativa con la percepción de inseguridad, el nivel socioeconómico y el estado civil tienen la relación opuesta. Lejos de caer en la interpretación directa de estos resultados, extendemos su interpretación a partir de tres aspectos: hábitos de vida, exposición al riesgo, interseccionalidad y ansiedad desplazada.
La literatura que evalúa la vulnerabilidad normalmente lo ha hecho sin conectar posibles explicaciones mayores. La interacción entre edad y género sugiere no solo la existencia de estilos de vida distintos que implican la movilidad y el uso de recursos en forma diferenciada entre hombres y mujeres, en distintas clases sociales, sino la interacción diferenciada en los espacios públicos, pero también privados donde parte de la victimización también se da.
La mayor parte de trabajos en Criminología han confirmado que haber sido víctima de delito aumenta la percepción de inseguridad. Pocos han evaluado el efecto de la victimización indirecta y menos han diferenciados tipos de victimización. Gracias a la desagregación de la encuesta de victimización que empleamos, identificamos efectos distintos de tres formas de victimización (victimización patrimonial con arma de fuego, victimización no patrimonial y victimización indirecta), cuya lectura se basa en el grado de violencia y la jerarquía entre ellas. El historial de haber sido víctima de delitos patrimoniales con armas implica más violencia (o amenaza de violencia), pero no genera más temor que aquella victimización que se realiza contra el cuerpo. En esta escala de jerarquía, incluso la victimización indirecta tiene un efecto menor que las otras dos formas de victimización sobre la percepción de inseguridad.
Los resultados sobre el efecto del capital social obligan a ampliar la agenda de trabajo desde los gobiernos locales. Se halló que las medidas que exigen menos coordinación e implican menores incentivos selectivos en pro de un bien público (seguridad) aumentan, en lugar de reducir, la percepción de inseguridad. Este resultado debe leerse en forma conjunto con el probable efecto de corto plazo que sí tienen tales medidas de seguridad pero también junto a la inercia de adquisición de dispositivos de seguridad de conocida limitada efectividad. Resultados de este tipo no han sido hallados en la literatura relevante.
Las implicancias del efecto nulo o negativo de la oferta policial sobre la percepción de inseguridad obligan a revisar las políticas públicas (o parte de ellas) que busca aumentar el número de policías como medida de prevención y control social. A la luz de nuestros resultados, ni el número de comisarías ni el de vehículos policiales operativos afecta significativamente la percepción de inseguridad. La literatura relevante señala que el efecto se da solo antes eventos exógenos (Di Tella, Galiani, & Schargrodsky, 2010) o cuando dichos aumentos implican pasar de una oferta muy baja a otra significativamente más alta (Kleck & Barnes, 2010).
Un hallazgo importante estuvo en la relación entre las formas en que medimos desorden social y su asociación con la percepción de inseguridad. Si bien nuestra proxy de decaimiento físico del ambiente (presupuesto per cápita destinado al recojo de residuos sólidos por distrito) no fue significativa, la declaración de ciertas formas de violencia en el distrito de parte de las propias municipales sí se asoció positivamente a la percepción de inseguridad. En forma complementaria, mayor desarrollo humano introduce mayor variabilidad en la percepción de inseguridad.
Uno de los temas todavía en aparente debate es el por qué las mujeres tienen más miedo que los hombres, pese a ser menos victimizadas. En el Perú, la situación es la opuesta. Las mujeres son menos victimizadas y muestran menor percepción de inseguridad. En las estimaciones, ser mujer no es un factor de riesgo para percibir más inseguridad. Un punto adicional importante es que, en el contraste entre hombres y mujeres, este resultado se explica no porque ciertos predictores sean significativos para los primeros y no para las segundas. La explicación es de intensidad en los predictores.